¿Cómo se tomaba mate en Chile?
La yerba mate fue descrita por los evangelizadores jesuitas en la Colonia como un vicio que se pega a los demás. A pesar de estas primeras opiniones, el llamado "vicio" fue bien recibido entre la población española y rápidamente incorporado a las costumbres cotidianas.
Aunque el chocolate y el té le hicieron competencia, ninguna de estas bebidas pudo superar el consumo del mate entre las clases acomodadas y, principalmente, las populares.
Mientras el mate animaba las tertulias transversalmente, "el chocolate fue más bien símbolo aristocrático, líquido de mesa aderezada o de desayuno entre sábanas de Holanda" (Pereira, 1977: 44).
Según viajeros extranjeros que relataron de forma escrita sus experiencias, en el siglo XIX tomar mate era una práctica cruzada. Ya fuera en calabazas, metal, cerámica o plata, la costumbre era la misma en todas las clases sociales: desde niños los chilenos tomaban mate, la bombilla se pasaba de boca en boca y se invertía bastante dinero en los elementos necesarios para este rito.
Todos los viajeros que anotaron experiencias relacionadas con el mate, coincidieron en señalar como repugnante el hábito de pasar de boca en boca la misma bombilla para ingerir el brebaje. Sin embargo, conocían la imposibilidad de rechazar este rito, pues significaba un insulto al anfitrión.
El investigador francés Amédée Frézier (1682-1773) señala en su Relación del viaje por el Mar del Sur que en Lima (seguramente también en Chile) la costumbre era poner "la hierba en una copa hecha de una calabaza, ornada de plata, que llaman mate; le agregan azúcar y vierten encima agua caliente, la que beben inmediatamente, sin darle tiempo de convertirse en infusión, porque se ennegrece como la tinta (...) La gente del país está tan acostumbrada a él que hasta los más pobres lo toman por lo menos una vez al día, al levantarse" (Frezier, 1982: 215).
El navegante inglés John Byron (1723-1786) escribió sobre las prácticas alimenticias en Chile: "Hay la costumbre de tomar dos veces al día el té del Paraguay, que, como ya he dicho, llaman mate: lo traen en una gran salvilla de plata, de la cual se levantan cuatro pies destinados a recibir una tacita hecha de un calabazo guarnecido de plata. Comienzan por echar la yerba en el calabazo, le agregan la azúcar que quieren y un poco de jugo de naranja; en seguida, le echan agua caliente, y lo beben por medio de una bombilla, que consiste en un largo tubo de plata, a cuyo extremo hay un colador redondo, que impide que se pase la yerba. Y se tiene por una muestra de cortesía que la señora chupe primero unas dos o tres veces la bombilla y que en seguida se la sirva sin limpiarla al convidado" (Byron, 1901: 137-138).
Su compatriota Samuel Haigh viajó a Chile durante la Independencia, y en su diario mencionó los horarios y ritos de consumo de la yerba: "En la mañana se toma mate y chocolate; como a eso de las dos se almuerza y en seguida se duerme una siesta hasta las cuatro. En la tarde toman mate y después se sirve la comida" (Haigh, 1917: 34).
"La dueña de casa hace el mate, después de chuparse la mitad, y ofrece el resto; debe sorber inmediatamente la bombilla caliente, o tubo (aunque haya pasado en ese rato por los labios de todos los asistentes), sino quiere ser mal mirado o insultado" (Haigh, 1917: 58)
El marino británico Basil Hall (1788-1844) agregó que "es costumbre aceptar siempre estas invitaciones, a las que no es posible sustraerse sin faltar a las conveniencias, y la sociedad, por muy numerosa que sea, se sirve en común de la misma bombilla y así pasa de mano en mano. Un caballero conocido mío, era muy aficionado a esta bebida y había comprado una bombilla para su uso personal; las personas a quienes visitaba se ofendieron de la repugnancia que demostraba, y se vio obligado a renunciar a ella y a seguir la costumbre del país" (Hall, 1906: 17-18).
La escritora inglesa Mary Graham (1785-1842), amplía las descripciones anteriores detallando el entorno de consumo del mate: "En la antesala, los sirvientes estaban sentados, de ociosos, por haber pasado ya el trabajo del día, y se entretenían en mirar hacia el departamento de la familia, donde las mujeres, reclinadas en unos cojines, dormitaban en el estrado, plataforma cubierta por un tapiz (alfombra) que se levanta en uno de los costados de la pieza; al otro lado estaban los hombres, con sombrero puesto, sentados en altas sillas, fumando y escupiendo.
A todo el largo de la muralla del estrado se apoyaba un banco tapizado; invitáronme a sentarme allí y se pidió el mate en seguida. Una de las amigas de las señoras bajó entonces del estrado y se sentó en el borde de la plataforma, delante de un ancho brasero lleno de carbón encendido, en el cual había una tetera de cobre llena de agua hirviendo.
Pasaronsele á la que iba á preparar el mate los útiles necesarios, y ella, después de cebar la taza con los ingredientes acostumbrados, vertió sobre ellos el agua hirviendo, se llevo la bombilla á los labios y después de chupar el mate me lo pasó á mí; pasó largo rato antes de que pudiese atreverme á probar el hirviente brebaje, que si bien más áspero que el té, es muy agradable.
En cuanto concluí mi taza, rellenáronla al instante y se la pasaron á otra persona, y de esta manera se siguió hasta que todos se hubieron servido; dos tazas con sus bombillas circularon entre toda la concurrencia. Poco después del mate, se nos sirvieron bizcochos azucarados, y por último un trago de agua fresca, con Io cual concluyó la visita" (Graham,s/f:197).
María Graham tuvo la oportunidad de ser recibida en múltiples lugares donde fue agasajada con la bebida de yerba mate, en la medida que su diario va describiendo lugares y personajes, se habitúa a ésta costumbre y termina por darle importancia a ello y disfrutar de éste "té a la chilena".
El botánico, pteridólogo e ingeniero inglés John Miers (1789-1879) escribió: "... un matecito recién hecho para mí me fue ofrecido sin decir una palabra. Un viejo botó la hierba que estaban usando y sacó de debajo de donde estaba sentado una piel de corderito pequeño cuyas patas y cola se habían amarrado formando una bolsa, donde tenía su reserva de yerba. Él tomó un puñado y la metió en el mate, llenándolo con agua hirviendo desde un pote de cobre que forma parte del mobiliario de cualquier campesino. Después sacó un bombillo o tubito delgado (generalmente son de plata), lo removió, tomó un sorbo para asegurarse del buen gusto, y me presentó el mate, tocándose el sombrero a modo de saludo al momento en que yo lo recibía. Esta escena es descriptiva de un hábito que, sin variaciones en la preparación, utensilios o modos observados, se encontrará entre las capas altas y bajas, siendo universal en estas partes de Sud América" (Espinoza, 2007: 83).
El mate, además, transmite mensajes y añade señales no verbales a una conversación. El mate tiene su propio idioma, el que se ha transmitido de generación en generación:
- Mate amargo significa indiferencia;
- Mate dulce, amistad
- Mate con limón, disgusto
- Mate con canela, que se está pensando en el destinatario
- Mate con azúcar quemada, simpatía
- Mate con cáscara de naranja, el placer de encontrarnos
- Mate con toronjil, que la tristeza me aflige
- Mate con leche, estima
- Con café, ofensa perdonada
- Ofrecer un mate con un pañuelo para proteger del calor, es un gesto de "premonitorio romance".
- Brindar un mate muy caliente significa "Yo también estoy ardiendo... por ti".