El Museo de Artes Decorativas tiene más de 20 mates confeccionados íntegramente de plata, que son parte de las colecciones más vistas y llamativas de sus vitrinas.
El uso de la plata en América colonial se masificó con el descubrimiento de la gran mina de plata de Potosí en 1545. Con el posterior descubrimiento de la mina de mercurio de Huancavelica en 1566, la plata de Potosí pudo refinarse más.
Utilizar mates de materiales nobles daba decoro y distinción al hábito indígena del consumo de la yerba mate, a la par que saneaba una costumbre que distaba de ser limpia.
Para algunos bebedores de mate, especialmente extranjeros, el hábito de pasar la bombilla de boca en boca era considerado insalubre e incivilizado. La bombilla de plata aportaba reputación a quien la usaba, al tiempo que acumulaba menos hongos y bacterias en su estructura.
Las piezas de plata labrada tuvieron poca influencia mestiza, ya que para ser un platero oficial era necesario certificar pureza de sangre. En Chile se reprodujeron casi íntegramente los estilos de moda en la Península: barroco y neoclásico.
Hubo dos excepciones: los mates sureños y los mates de Coquimbo.
Los mates sureños, hechos en las cercanías de Concepción a fines del siglo XIX, tienen una marcada influencia mapuche. Se distinguen de otros por patrones constantes: cuerpo redondo con dos asas, que simulan leones u otros animales.
Sus pies estaban formados por un astil remachado y atornillado al centro de una salvilla, que se apoyaba en otros animales. La salvilla era circular y tenía el centro levantado para permitir el emplazamiento del astil.
Los mates de Coquimbo fueron hechos con plata de baja ley. Eran redondos, achatados, pequeños, con asas que simulan el cachito de las calabazas. Tenían grabados adornos florales o geométricos, realizados con la técnica del burilado.
Una variante del mate coquimbano fue el cántaro, de forma cónica, con asas en forma de animal.