El viernes 7 de Julio, el patio principal del Centro Patrimonial Recoleta Dominica se llenó de color con la celebración de Tanabata. Cientos de deseos de estudiantes que visitaron el museo durante el año 2016-2017 fueron colgados en los árboles y además se sumaron los deseos de personas que visitaron el museo ese día .

Tanabata celebra una historia de amor entre las estrellas Vega y Altair. Inspirada en una ancestral leyenda China la historia cuenta que Orihime (Vega) era una Princesa tejedora hija del Rey Celestial que se enamoró del joven pastor Hikoboshi (Altair), que vivía a un costado del rio Amanogawa (la Vía Láctea). Con el consentimiento del Rey se casaron y fueron felices por un tiempo, pero absortos en su relación descuidaron sus responsabilidades por lo que el Rey se enfureció. Para separarlos puso a cada uno de los amantes en lados distintos del río esperando que así cumplieran con sus labores. La princesa lloró tanto por estar lejos de su esposo que su padre concedió un permiso para que se pudieran ver una vez al año, el séptimo día de cada mes, siempre y cuando hicieran sus trabajos con presteza.

Cuando llegó el día del encuentro los amantes se dieron cuenta que no tenían como atravesar el río puesto que no había un puente. Orihime rompió en llanto tan profundo que una bandada de grullas le ofreció su ayuda. Las aves construyeron un puente con sus propias alas para que pudiera reunirse con Hikoboshi y le prometieron que volverían cada año que no lloviera para permitirles el paso. Si llueve los amantes deben esperar hasta el próximo año.

Esta historia tiene un componente en la realidad ya que entre las estrellas Vega y Altair pasa el brazo de la Vía Láctea, lo que asemeja a un rio. Durante el verano por efectos lumínicos la intensidad de la luz del brazo disminuye, por lo que pareciera que se hiciera un puente entre las dos estrellas. Es un fenómeno astronómico que puede observarse durante los meses de verano en el hemisferio Norte.

Este año, en el contexto de la exposición Colección Oriental, se realizó un taller de Ikebana a cargo de la Escuela Sogetsu, un taller de origami a cargo de Ceija y se invitó a los participantes a  escribir un deseo y colgarlo en las ramas de un árbol. En Japón esto se hace normalmente en los templos, donde las personas acuden cada año para pedir y/o agradecer por cosas buenas para ellos y sus seres queridos.

Esta es sin duda una de las celebraciones más románticas del Japón, y estamos muy contentos de poder celebrarla en Chile.

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