Los restos del taller de imaginería religiosa de Heriberto Rocuant: un oficio y una tradición familiar que subsistió por más de un siglo, es lo que los fotógrafos Pablo y Fernando Maldonado, captaron en elocuentes fotografías que se exhiben en el Centro Patrimonial Recoleta Dominica, hasta el 26 de octubre.
Desde su primer encuentro con la casa-taller de Heriberto Rocuant, Pablo y Fernando Maldonado miraron con detención y con asombro lo que les entregaba un escenario aparentemente caótico. Según sus propias palabras, se vieron en medio de "micromundos repletos de personajes, objetos y ambientes que interactuaban en su interior."
Habían sido invitados por la Arqueóloga Varinia Varela, quien junto a su colega Cecilia Uribe, se encontraba rescatando piezas de santería entre los restos del taller. La descripción que ella hizo del lugar les pareció sumamente atractiva.
Con Varinia, los fotógrafos cruzaron el umbral desde la calle Carmen, con su permanente tráfico de buses y autos, y se encontraron con otro mundo, en otro tiempo: un mundo de basura, restos, olores y penumbras. "HERIBERTO ROCUANT - ESCULTURAS RELIGIOSAS - EJECUCIÓN", rezaba un impecable cartel de fierro enlosado en la entrada del taller.
Heriberto Rocuant Silva comenzó la elaboración de imaginería religiosa a fines del siglo XIX, oficio que su hijo René RocuantJofré continuó entre los años 50' y ya iniciado el 2009.
En aquella primera visita al taller, los fotógrafos fueron recibidos por Edmundo Rojas, quien se hizo cargo de la casa al momento de su abandono. "Era un amigo periodista que se maravilló con esta forma de vida de don René, con mal de Diógenes digamos", cuenta Varinia Varela.
"A nosotros nos atrajo esa basura que ellos, (Varinia y Edmundo), escarbaban para salvar una historia amontonada en unos 160 metros cuadrados. Colores, texturas y formas esperaban para ser purificadas, y comenzamos fotografiar.", recuerda Fernando Maldonado.
Todo estaba inundado de olores, humedad, frío, bacterias, y cuanto microorganismo habita en la inmundicia del polvo humedecido, adherido a los yesos, papeles impresos, manuscritos, tiestos, tarros, plásticos y restos de infinidad de objetos dispersos y amontonados por todas partes. Penumbra y luces diversas se abrían paso entre tanta cosa; una mezcla de objetos, una casa a medio caer, trozos de vírgenes y santos. Y a medida que se iba despejando, el nuevo desorden dejaba ver lo que antes no se veía; más escenarios comenzaron a surgir.
"Se presentaba una imagen como un cuadro, al que uno se acerca y descubre miles de situaciones, miles de capas...diferentes atmósferas. Esto despertó nuestro interés en registrar estas pequeñas obras que se componían de objetos amontonados, destruidos, sucios y, sin embargo, protegidos por el olvido", recuerda Pablo Maldonado.
Sacaron tajadas de un lugar en donde las formas, materiales y vestigios de una época se cubren con un manto de musgo polvo y óxido, otorgándole una nueva presencia, inquietante y atrayente. "Afuera la vida sigue sucediendo, afuera el presente; aquí, un micro mundo caótico en el que, sin embargo, las figuras dialogan en el silencio", en palabras de Pablo.
"Rocuant, visitar el silencio"
Sobre las fotografías obtenidas por Pablo Maldonado Castro y Fernando Maldonado Roi, el crítico de arte Edward Shaw comentó que: "unen los fragmentos, constituyen una unión en la discordancia de tantas imágenes superpuestas. Dan vida a lo muerto, reconstruyen lo destruido..."
"Mirando las fotos uno incluso siente hasta los olores a moho, esta sensación fría, porque hacía un frío de tumba adentro de esa casa, y con estas fotos se siente absolutamente todo eso", destacó Cecilia Uribe. "Ellos vieron exactamente lo que había que ver, no hay nada falso, cada foto tiene vida, cada foto respira".
Por su parte, Federico Assler, Premio Nacional de Artes Plásticas 2009, tras visitar la muestra señaló que "esta exposición es una lección a ver ese mundo, ese mundo en descomposición, transformándose en tierra, enarena". El escultor describióestas fotografías como "una obra de arte" y como "un regalo".
En esa misma línea, el connotado artista Mario Irarrázabal destaca que "Desde el punto de vista artístico es de una decadencia absoluta, sin una pizca de creatividad, pero sin embargo, (estas imágenes)fueron en las Iglesias y en las casas, con una flor y una vela, lugares donde la gente lloró, rezó; un mundo que desapareció yque vemos con cierta nostalgia". O en palabras de Edward Shaw: "imágenes de sueños, ilusiones, recuerdos de altares y tumbas, de jardines".
"La Virgen carcomida, la sin cara, un Cristo con sus brazos 'en los huesos' (fierros), un pedazo de duende coloreado, un clérigo sentado en un trono con su sotana aportillada, restos de revistas antiguas, y avisos publicitarios: todas reliquias que fuera de su lugar perderían su integración" observa Fernando Maldonado, al no tener estos objetos un mayor valor estético o monetario, fuera de aquellas'atmósferas extrañas', que hoy quedan plasmadas en una obra.