El cuerpo de la mujer ha suscitado una atracción misteriosa sobre los artífices de distintas épocas y lugares, lo que ha quedado plasmado sobre variados soportes. A lo largo de toda la historia del arte las representaciones femeninas han tenido una importante presencia, sin embargo, hacia fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX la figura femenina tuvo un auge sin precedentes.

Al comenzar el siglo XX el movimiento artístico conocido como Art Nouveau, distinguible por la predominancia de líneas sinuosas y la riqueza decorativa, desarrolló la imagen de una mujer mágica y sensual. Hacia 1920 tras la Gran Guerra, los paradigmas estéticos cambiaron dando paso a un nueva corriente: el Art Déco, que es reconocido por la completa subordinación de la forma a la funcionalidad de los objetos, el triunfo de la geometría y la simplificación decorativa. Las representaciones de mujeres siguieron en boga con el Déco, pero adquirieron un nuevo carácter fruto de un sinnúmero de transformaciones ocurridas en el ámbito socio-político durante las décadas del 20 y el 30.

Chile también recibió el influjo de las transformaciones tanto artísticas como sociales que ocurrían en el viejo continente. Expresión de la adopción de las nuevas corrientes decorativas, lo constituye la producción de la fábrica de cerámica de Lota, la cual desde 1937 hasta 1951, desarrolló un amplio espectro de piezas que reprodujeron los estilos europeos, aunque también logró crear una iconografía nacional. Dentro de la variedad de objetos creados por Lota, el conjunto de figurillas femeninas despiertan un interés particular debido a su diversidad estilística, y por la adopción de la representación de la "mujer moderna" como atestiguan las piezas llamadas: Miriam y Rebeca. Así también, Cerámica de Lota es un ejemplo la incorporación de las mujeres al mundo laboral en las primeras décadas del siglo XX chileno.

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